'Jesús nos llama a ser constructores de esperanza', afirmó el padre Opeka

  • 6 de noviembre, 2025
  • Buenos Aires (AICA)
El misionero vicentino presidió una misa en el santuario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en Parque Chacabuco, y compartió su testimonio de vida y entrega a los más pobres.

La parroquia y santuario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en el barrio porteño de Parque Chacabuco, fue escenario el 4 de noviembre de una multitudinaria Eucaristía presidida por el padre Pedro Opeka CM, misionero vicentino reconocido por su labor con los más pobres en Madagascar.

Durante la homilía, el padre Opeka compartió su experiencia misionera y el valor de la entrega a los demás, invitando a los presentes a vivir una fe activa y transformadora. Con su estilo cercano, recordó a los fieles que seguir a Cristo es una verdadera aventura de amor y servicio.

"Jesús nos llama a ser constructores de esperanza. Cada gesto de amor, cada obra de justicia, cada mano tendida puede transformar el mundo. No tengamos miedo de soñar con un mundo nuevo: con la fuerza de Dios, todo es posible", afirmó.

En su relato, el sacerdote recordó sus inicios en Madagascar y los desafíos que enfrentó al trabajar con comunidades extremadamente pobres. Compartió cómo su labor comenzó en un basurero donde encontró niños en condiciones de extrema vulnerabilidad y cómo, desde allí, surgió el proyecto Akamasoa, que hoy asiste a miles de familias.

Los pobres y la vocación misionera
En la homilía, también evocó sus recuerdos de la Argentina y de su vocación misionera: "Hace 57 años, lloré, lloré cuando salí de Argentina en barco. Y cuando ya no veía más Argentina en el horizonte, dije 'adiós Argentina, tierra mía'. Pero en el corazón, en el espíritu, había una alegría de ir hacia un pueblo que no conozco. Y llevar un mensaje de amor, el mensaje de Jesús, el Evangelio de Jesús, llevarlo a ese pueblo que todavía no conocía".

El padre Opeka también relató la génesis de Akamasoa: "Y ahí comenzó este movimiento que se llama Akamasoa, que dice que en lengua malagasy quiere decir 'los buenos amigos'. Y yo pensé, esto va a durar dos, tres años, máximo, yo digo, si exagero, cinco años. Y bueno, ahora estamos en el año 36. Es una obra de Dios, esto es un trabajo que nunca imaginé, una obra, que no es una obra, es un movimiento de solidaridad".

Su testimonio de vida, marcado por la confianza en la Providencia y la dedicación a los más necesitados, conmovió a los presentes y renovó el espíritu misionero de la comunidad, motivando a cada uno a hacer visible el amor de Dios en su entorno.+